Film neo-noir 1960-Actualidad

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Neo-noir temprano (1960-1981): Años ’60 y ‘setenta ’70 hasta Blade Runner (1982)

Neo-noir clásico (1982-1993): Desde Blade Runner (1982) hasta Pulp Fiction (1994)

Neo-noir tardío (1994-2009): Desde Pulp Fiction (1994) hasta Inception (2010)

Post Neo-noir (2010-actualidad): Desde Inception (2010) hasta la actualidad: Emily The Criminal (2022) y Glass Onion: A Knives Out Mystery (2022)

Si bien la clasificación es cronológica (con todo lo problemático que esto supone en cualquier historia estética: pensemos en Giotto como casi contemporáneo de Cimabue), hay algunos elementos y pautas a tener en cuenta en general y para cada uno de los sub-periodos.

Neo-noir en general

Se da una internacionalización del género (o estilo según algunos): Reino Unido, Francia –polar– , Japón, Corea, países nórdicos europeos, España, Italia, Alemania, Europa oriental, Rusia, Argentina, etc. desarrollarán sus propias e idiosincráticas producciones.

Hay una mixturización con otros géneros y estilos (acción, thriller, comedia, drama, etc.) creando dudas en muchos filmes sobre su pertenencia al noir si pensamos en el periodo clásico (1944-1949). Lo cierto es que más allá de posiciones puristas (¡Esto no es noir!) hay un aire de familia que los une: un delito, algo que resolver, una situación ambigua, violencia externa (y extrema) en las acciones, pulsiones internas de los personajes, tramas mas o menos complejas, suspense, una cierta desazón en el espectador. Desde la estética cinematográfica quizás deberíamos utilizar algunas categorías de las ciencias duras y hablar, por ejemplo, de espectro noir como lo hacen los psiquiatras con el espectro autista, englobante de varios síndromes que se solapan unos a otros.

Neo-noir temprano

En el neo-noir temprano se seguirá en la senda de disgregación temática, estilística y narrativa propia del noir tardío (1950-1960) pero con un pesimismo más autoconciente, una brutalidad policial más visceral (valga Dirty Harry, 1971, como botón de muestra), unos conflictos sociales (raciales, de género) presentados con menos tapujos. En la primera mitad de los setenta comienza el subgénero de blaxploitation, con sus propias reglas y su propio star system. Pam Grier es la reina del género y llegará al zenit con Foxy Brown (1974). Cuando Tarantino la relanza con Jackie Brown (1997) no estamos solo ante un sentido homenaje sino en el centro mismo del neo-noir, con su nostalgia resignificada como estilema propio de una época.

Si bien podría decirse que el periodo anterior (el noir tardío) termina con Touch of Evil (1958) de O. Welles (y es precisamente esta película la que brindará muchas de las líneas directrices para el neo-noir) por razones más que nada taxonómicas, se precisará que el neo-noir comenzará con la década del 60. Hecha esta salvedad, el periodo que va del año 1958 hasta principios de los 60, podría considerarse transicional.

Neo-noir clásico

En este periodo aflora una sensibilidad posmoderna con propuestas de un mayor mixturización genérica sin complejos (Blade Runner, 1982) pero que convive con proposiciones estéticas neoclásicas reformuladas o revisitadas. Hay una prevalencia del ornato visual, una complejidad narrativa no tanto ingeniosa como barrocamente atractiva.

Es la época. Pensemos que, en el campo de la arquitectura, por ejemplo, tenemos el Portland Building (1982), diseñado por Michael Graves, o Dancing House (1992) de Frank Gehry; pensemos también en las esculturas kitsch de Jeff Koons (su serie Banality es de los años ’80). En el campo intelectual, Lacan toma el relevo del freudismo y el significante le marca el paso al significado, poniendo patas arriba a Saussure. Es una época en la que pasamos del estructuralismo al post-estructuralismo y el sujeto -y su metonimia permanente del deseo, Lacan dixit– vuelve al centro de la escena, pero no tanto como sujeto cartesiano sino más bien como sujeto en carencia, deseante (de allí el redescubrimiento de Spinoza y las horas bajas de Descartes).

Neo-noir tardío

Continúa la tendencia anterior pero incorpora un barroquismo lúdico, intelectual y metarreferencial. Tarantino y su estética marca el ritmo y pronto G. Ritchie y C. Nolan incorporarán nuevos elementos que explotarán en el periodo siguiente. Así, por ejemplo, hay un borgeano uso de las citas cinematográficas: Bruce Lee citado implícitamente en Kill Bill, 2003-04 (y explícitamente en Once upon a time in… Hollywood, 2019). Una estilización del trabajo sobre el tiempo (pensemos en el complejo uso del tiempo en Nolan) con trepidantes flashbacks con cortes directos que requerirían un par o más de visualizaciones para que el espectador pueda situarse. Si bien no se pierde el sentido del entretenimiento, hay un manierismo intelectual muy acusado: cine de directores cinéfilos para cinéfilos pero sin olvidar a la «plebe» que es la que llena la taquilla.

Post neo-noir

Ya desde el periodo anterior, lo «noir» pasa a ser un ingrediente más de un plato que -en el marco de un crimen- mezcla thriller, acción, drama, comedia o ciencia ficción en grados muy variables.

Sin embargo, hay algunas líneas directrices en el periodo que es necesario destacar: en primer lugar, se vuelve a los orígenes del cine. Volvemos a los barracones de feria, a la kermese (cine de shoppings, de mall centers): pago una entrada, no me intelectualicen -soy tanto o más perspicaz que ustedes-, solo diviértanme. Nolan es el que mejor aprovecha esta tendencia, así como Tarantino brillaba en la anterior.

En segundo lugar, hacia el final del periodo comienza la netflixación del cine y el streaming comienza su reinado.

En tercer lugar, los formatos de encuadre se vuelven ochentosos como cuando gobernaba el VHS (preponderancia de planos americanos y primeros planos).

Asimismo, hay elementos de ultraconservadurismo ideológico pero con algunos atisbos de progresismo temático. En 2020, mientras George Floyd tiene problemas con una rodilla encima, Mare of Easttown oficia como una abnegada asistente social en una comunidad (con un poder estatal de supervisión inexistente) donde plantar pruebas policiales es una simple viñeta anecdótica en la diégesis.

De alguna manera volvemos al cine noir policial semidocumental de los primeros ’50: publicidad institucional aunque por otras vías. Sin embargo, entre las pelusas de abajo del sofá ya no está Hoover con su micrófono buscando espías comunistas, sino un Elon Musk o alguien parecido que, con su algoritmo, buscará los datos de los glóbulos rojos de tu abuela para vendérselos a la clínica a la que mañana irás a pedir presupuesto para la operación. Durante el post neo-noir corren los tiempos de Obama y del capitalismo de la vigilancia de Zuboff (cuyos ensayos en el Frankfurter Allgemeine Zeitung, eran de 2013 a 2016). El dispositivo de rastreo pergeñado por Lucius Fox peticionado por Bruce Wayne (The Dark Knight, 2008), a pesar de los pruritos morales de su gerente, ya tenía -y tiene- su asidero fáctico en nuestra vida cotidiana.

Por otra parte, las estéticas audiovisuales estarán guiadas por las gerencias de marketing y los «like» conseguidos en producciones «testigo»: ellos son los elementos que marcan el ritmo del baile cinematográfico. Los críticos cinematográficos mutan a influencers de redes y plataformas publicitarias. La afirmación de Oscar Wilde («la realidad imita al arte») se jacta de su presencia: las distopías de ciencia ficción de un gobierno de corporaciones están a la vuelta de la esquina. Algo así como una sociedad con regusto a lo Ayn Rand: Historia o Geografía no requieren un buen plan de estudios académico sino una buena conexión a HBO, Netflix o Prime Amazon (search pestaña «historia»). En los puntos oscuros, no te preocupes, tu docente también es un feliz youtuber y utiliza Tik Tok para los resúmenes.

En ese contexto productivo -de cuasi anarco-capitalismo- el post neo-noir cabalga hacia un horizonte donde lo «noir» ya no vertebra la diégesis sino que se configura como un nodo más en una red -thriller, comedia, drama, etc.- de consumo espectorial fundamentalmente casero desde la post-pandemia del covid-19.

Lo noir (como el jazz, el tango, el arte abstracto, el hard rock o la ópera), en esta etapa crepuscular y tan brutalmente devastadora para las clases trabajadoras que lo consumen, se vuelve una nostalgia recidivada, algo muy vintage.

N. Patricio Reyes C.



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